miércoles, 25 de marzo de 2015

De regreso

Queridos todos:
No había tenido yo tiempo para escribir, ni ganas, porque -precisamente como están ustedes para saberlo y yo para contarlo- primero anduvimos de viaje y luego pesqué un gripón marca diablo (que espero no esté registrada y luego me demanden -o me demande el mismo diablo). A raíz de esos dos factores, he estado ausente. Ya estoy muy mejorada, pero enseguida conocerán los detalles, que los escribo bajo el supuesto de que los quieren saber.
     Pues resulta que desde hace meses estaba planeado un viaje a Barcelona, porque la compañía donde trabaja Erik, que se llama Niras, obsequia a sus empleados con un viajecito cada año. Entonces, a sufrir. Y sí que fue así. Para empezar, me quedé dormida. Erik me dijo que pusiera mi alarma, pero yo me resistí, le dije que no la necesitaba. Entonces sonó la suya a las 2 de la mañana y me dormí de inmediato nuevamente. Supuse que haría ruido como usualmente acostumbra y por eso me negué a poner una alarma más; pero hete aquí que o fue esta vez con paso de gato, o yo estaba en el quinto sueño. El caso es que de repente llegó y me dijo: ¿Qué no te vas a levantar? Me levanto de repente y eso que me había parecido un ratitito había sido como una hora y media. Pues nada, a correr. Veo el reloj y eran las 3:25. El plan era salir de aquí a las 3:30, pero con las malditas capas de ropa que hay que ponerse aquí, uno se tarda más de lo habitual en un país casi tropical. Con todo y todo, logré salir a las 3:40. Erik estaba que echaba lumbre. Silencio. Yo ya qué iba a decir. Lo bueno es que al menos ya tenía todo listo, hasta lo que me iba a poner. Finalmente llegamos unos minutos (varios más que poquitos) antes de las 4, que era la hora de salida del autobús que, ése sí, estaba listísimo. Cabe decir que después de nosotros todavía llegaron varias personas. Y yo ni siquiera había ido al baño, así que pasé ahí a la planta, donde fue la cita, pero así, carrereada y en un baño que no era mi baño, nada, que no pude. Por supuesto, había orinado no bien levantarme, pero suelo ir 3 veces seguidas para vaciar el intestino (con perdón de ustedes y en memoria de mi padre, que seguro aprobará desde donde esté, estas mis palabras: gracias, padre, tú sin duda sabrías esto del dilema de "obrar o no obrar, he ahí la cuestión"). Pues nada. A echarse el viaje ahora sí que con el entripado. Por eso dije que "a sufrir".
     Salimos puntualmente (casi) a las 4, en ese momento todavía llegó una dama y ni modo de dejarla. Todos rumbo a Oslo. Yo sólo conocía a tres de todos los que iban, entre el personal y sus parejas (¿o en singular?, pero ¿cómo dar la idea de que cada uno con su cada cual? ¡Dios mío, por qué hay estas situaciones! Así que se quede. Punto). Al resto, sólo lo saludé con la mano y con un Hei (que suena Jai -pero suave- y que parece en la mañana debe ser Jai, jai). Ya empezaba, mejor dicho, seguía, la tensión. Todo era oír voces, risas, diálogos, pero no entender una maldita pizca de nada, con perdón de ustedes, pero me relajé (o eso creí). Por supuesto, Erik, aunque ya se había tranquilizado un poco, seguía un poco tenso por aquello de mi decisión de no poner la alarma. Pero todavía me sigo preguntando por qué no fue a despertarme si vio que no daba señales de vida. Supongo que estaba esperando a ver hasta qué horas. Eso me daba mucha risa, pero ni modo de reírme. La cosa se iba a poner peor. Pero me acuerdo y me da mucha risa, qué se le va a hacer.
    Después de casi 3 horas llegamos a Oslo. ya estaba amaneciendo, aunque bastante nublado. Pude ver, al entrar (era la primera vez que llegaba yo por carretera), decenas si no es que cientos de veleros anclados. Aquí desde chamacos han de aprender hasta con una tabla, un palo de escoba y una sábana. Eso llamó muchísimo mi atención. Lo demás fue seguir y llegar. No había pase de abordar para mí, por aquello de los "too many names" (a mí que me esculquen, yo qué). Así que yo tenía que buscar el mostrador de la aerolínea y hacerlo con la señorita, lo cual resultó mucho más fácil y rápido, pues a todo mundo lo mandan a las máquinas, y en el mostrador no había nadie; y de pasada, Erik documentó también su maleta y listo. Así que todo bien. Enseguida a buscar un baño, yo seguía con mi entripado... Y nada.
     Ya para entonces sí estábamos más tranquilos, pero hambrientos -no obstante el entripado- y buscamos algo para desayunar. Fuimos a un café ahí mismo: yo me comí un pan que parecía chapata, pero nada (debí intuirlo, porque se llamaba ladrillo), sabía como a tierra (de ahí su nombre, yo creo), pero sació mi hambre. Me eché un jugo de naranja (de botella, claro) y Erik, un café. Luego de eso pasamos a las salas de abordar y unas colísimas, pero avanzaban rápido. Lo demás fue esperar a que saliera el vuelo. Y en ese rato, una mujer que estaba junto a mí, vio mi pasaporte y me dijo: ¿Eres de Méjico? Abuelita, le iba yo a decir, pero me contuve y me conformé con un sí. Ella era una española radicada en una ciudad de Noruega también, la cual me contó toda su vida en unos minutos, como suele ocurrir en los aeropuertos: uno se topa con un desconocido y ambos despepitan su existencia en menos que canta un gallo; total, lo más probable es que nunca se vuelvan a encontrar.
    En el avión me tocó en la ventanilla. La dama que llegó al último para abordar el autobús pretendía que mi asiento era el suyo (quería ventanilla), pero nanay, ella tenía el pasillo. No obstante, al final se quedó con ese lugar, porque Erik le pidió a un compañero que me cambiara su asiento para viajar juntos. Se quedó esponjada como una gallina. Yo quedé en medio y por mensa nunca pedí permiso para ir al baño. Por mensa, ¿verdad?, no hay otra causa. El vuelo fue tranquilo, pero dado este último hecho mingitorio, llegué desesperada buscando los baños. Malditos tacaños -otra vez, perdón-, ¿por qué no ponen más baños? El caso es que casi no llegaba, pero lo logré. Y del entripado, ni hablar, de eso no hubo cambio.
    Pasamos a recoger las maletas y luego ya salimos. Nos reunimos todos y ya estaba un guía esperándonos. Cuando lo oí que hablaba por teléfono en español, dije: ¡Alabado! Pero enseguida vino la decepción: se llamaba Eiric y era noruego y como todos eran sus compatriotas, la idea era que les mostrara todo en noruego, así que a apechugar. Claro, me quedaba poder leer y no había mucho que entender, bastaba con rememorar un poco. Así que del avión a un tour por la ciudad en el autobús, sólo hicimos tres paradas: en el estadio olímpico, en el mirador de Montjuic -creo- y luego en la Sagrada Familia. Ya de camino al autobús comenzaba a sentirse un aire frío, pero los noruegos empezaban a presumir su resistencia al frío (después se vino abajo y acabaron por abrigarse). En el mirador la cosa se puso peor: muy bonito, pero el aire muchísimo más frío. Ahí comimos quesque un lonche, que fue un pan con queso y un jugo, refresco, vino o cerveza. Luego seguimos. Yo, como fantasma, sin entender mucho. Medio trabé conversación con la esposa de un compañero de Erik, son chechenios, pero muy pronto se me acabaron mis frases: cómo te llamas, de dónde eres, tienes hijos (barna -de ahí ha de venir Barny-), dónde vives, qué haces... y fin. Y fin de la conversación. Ella dijo no hablar inglés ni noruego, pero mentira, ha de ser espía. Ya tienen 5 años aquí y trabaja en una tienda; si no hablara ni noruego ni inglés, cómo iba a trabajar en una tienda; dijo que sí entendía inglés, pero que no lo hablaba. Naaaa. Bien que sabía. 
    La última parada fue en la Sagrada Familia, y gracias a un power point que Susana mi hermana me hizo llegar alguna vez y que revisé unos días antes del viaje, pude apreciar lo que debía. No entramos, cobraban. Sólo la vimos por fuera. Luego entramos a una tienda donde el baño era gratis (todos al baño) y algunos compraron regalitos, supongo. El aire arreciaba. Y si tenía algún malestar todavía en la garganta, pues eso fue recaer.
    De ahí al hotel y a descansar. Creo que ya ni cenamos. Ni me acuerdo. Ah, sí, fuimos a una cervecería cerca de la universidad; la comida era infame, pero había que comer. Y allí varios noruegos, no puedo afirmar que todos, que ya en el avión habían empezado con las cervezas, le siguieron. Hechos unos vikingos, pues qué se le va a hacer. Afortunadamente, Erik consintió en que nos fuéramos pronto, porque yo me sentía cansada, con frío y con mi entripado. ¿Qué iba a hacer yo si ya estoy mayor? Yo dije: me vale, yo me siento incomodísima y no se veía para cuándo acabarían. O creo que sí. Esta cena mala con bebidas salió carísima: 50 euros. Ahí me salió lo tacaño. Aquí, fotos de ese día:










El guía noruego-español









     
Y ya me cansé. 
     Para no alargar más el asunto, al día siguiente había programada una reunión de trabajo, pero la suspendieron; y como se suponía que yo tendría tiempo libre, ya había quedado de verme con un amigo, César, a quien desde hace ocho años no veía. Vive en Barcelona desde entonces. Fue un encuentro emotivo. Lo disfruté mucho y me acercó otra vez a la literatura, a leer sus textos, comentarlos y a escribir. En la mañana Erik y yo salimos a caminar, fuimos al mercado de San Antonio y a un barrio que me gustó mucho. Nos sentamos en La Rambla (no la turística, y es más bien chiquita); luego César me dijo que era de drogadictos y prostitutas, pero estuvimos bien, a gusto. Regresamos al hotel y Erik siguió su caminata y yo a esperar a César. 


El edificio original, que está en reparación

El local provisional

Yo, ya medio malita

Una calleja de las muchas de ese barrio


Mientras estaba ahí, escribí este textito:
Mientras espero a un amigo al cual estoy en la posibilidad de ver, por la coincidencia afortunada de muchas circunstancias, me hago varias preguntas.
     La primera: ¿vendrá?
    La siguiente es cómo lucirá, qué aspecto tendrá. ¿Usará el cabello largo o corto? ¿Tendrá ya canas?
    ¿Llegará caminando, en autobús, en bici o en moto? En taxi, no creo.

    Ahí viene un hombre con una carreola, ¿será él? ¡Ya tiene un hijo!
    ¿O ése con cola de caballo?
   Revisé el último correo en el que me dijo la hora y apenas me percaté de que me pedía confirmación de la hora. ¡Uy! ¿Y si no pudo venir...?

     ¡Ya lo vi!
  
    Fue un encuentro agradable.

     En la noche, la cena de la compañía en un restaurante brasileño. Comer y beber. Llovía, además. 



No nada más yo comía. ¡Lo juro!
Al terminar, una caminata nocturna hasta el hotel, ya sólo con unas gotas de llovizna, menos frío. Grata.
     El sábado, libre también. Aire, mucho. Caminata: barrio gótico, luego hasta el muelle. Frío, mucho. Aire helado.

Esto, por supuesto, no es gótico, pero no me acuerdo
en qué momento tomé la foto. 




Y también fuimos al museo de historia de Cataluña. Sólo recorrimos una sala. Yo, cada vez peor. Ahora tenía el cuerpo cortado y un dolor de cintura terrible. ¡Pfff!



Nótese mi cara de enferma Me sentía terrible.
Y ahora sí, ya, tantán. Estoy agotada. Perdón por no acomodar las fotos, pero ya no tengo energía.
    ¿Eh? ¿Qué? ¿El entripado? Todavía ando en eso. Padre, ¿por qué me has abandonado?

14 comentarios:

  1. Lástima que fue tan poco tiempo, con las ganas que yo tengo de visitar Barcelona, de ver tanta maravilla que tienen allá. A ver si un día se me hace.

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    1. Poco tiempo y yo sin estar bien. Pero lo disfruté con todo y todo.

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  2. No manches, Lechu! Tómate un Metamucil o de perdis unas pasitas o ciruelas pasas, esas las hay en todos lados, no?
    Qué mala onda que no disfrutaste como debieras pero con razón te enfermaste, anduviste mucho en el frío. Aunque uno esté acostumbrado al frío en su tierra, el frío de otros países te desconoce. Ojalá ya estés mejorcita.

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    1. Gracias. Voy mejorando. Me está costando esta aventura, pero sigo adelante. 😞☺️

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  3. San Aurelio cagador
    destapa el caño
    y pon el sol.

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  4. San Aurelio cagador
    destapa el caño
    y pon el sol.

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  5. Ya sabía que eras Diana, comentario clásico tuyo
    ángeles I

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  6. Uf definitivamente un viaje agotador.
    Pronto vendrá ( al menos eso dicen ) la primavera y podrás disfrutar el terruño noruego

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  7. Uf definitivamente un viaje agotador.
    Pronto vendrá ( al menos eso dicen ) la primavera y podrás disfrutar el terruño noruego

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