martes, 11 de diciembre de 2018

Paisaje invernal


La nieve y sus bemoles 

La gente que nace en un determinado lugar lo conoce bien: su clima, su geografía, sus bellezas, sus problemas, sus aspectos negativos, su comida y, claro, sus costumbres. Vivir en un sitio diferente a partir de "cierta edad" tiene sus bemoles. Y vaya que sí. No importa que el sitio sea bello, es otro y muy distinto. Sin embargo, la mayoría de la gente que no ha vivido esta experiencia suele decir: "Qué belleza, quién fuera tú!" Yo afirmo que la belleza de un sitio no tiene nada que ver con que es otro y muy distinto y que no todo el mundo se adapta a ello o le parece tan ideal. Una amiga, procedente de un sitio soleado en otro país, me dijo el otro día que hablábamos de la nieve y de nuestras dificultades para manejarnos en ella o con ella. Yo le dije: 
   -Pero sí se ve muy bonito. 
   Y ella me contestó:
   -Ya, pero eso de quitar la nieve cada día es un trabajo muy pesado, y si está resbaloso, vaya problema. Eso me dice mucha gente: "¡qué bonito!" Pero no tienen idea de lo difícil que es.
   Por supuesto, ella tiene razón. Yo sólo quería animarla un poco. Aunque es verdad que hay belleza en la blancura del paisaje.
   Los que aquí han nacido y vivido conocen bien el aspecto de la nieve y cómo manejarse con ella: cuándo conviene palearla y cuándo no pasa nada si se deja. Tienen calzado adecuado, confianza al caminar o salir y hasta divertirse. Incluso la esperan con ansia. Los fuereños vamos aprendiendo.
   En esta ocasión los dejaré con su nieve que tanto les gusta. Ahí nada más le ponen su jarabe para hacerse su raspado. Así que vengan las vistas. Unas sin sol -como son la mayoría de los días en estas épocas del año- y otras con, para darle variedad.












Algunos amaneceres suelen ser magníficos


Y a buen resguardo también se aprecia


lunes, 3 de diciembre de 2018

Vientos de cambio


Cambios

Navegamos todos en el mismo barco, es decir, el país y, en consecuencia, como sea la navegación será nuestra suerte, pues si enfrentamos tormentas y vientos tremendos, será necesario tener una participación activa para no zozobrar. Eso creo yo.
   Al haber participado con mi voto por un cambio, incluso desde esta lejanía, lo hice con la esperanza, una vez más, de que fuéramos tantos que no hubiera posibilidad de fraude y así fue. Creo que la alegría que sentimos cuando los resultados se fueron conociendo, y ahora que tomó posesión López Obrador, se debe a que esa esperanza que casi creíamos perdida se cumplió. Pero también creo que hay un cierto temor de que no dejen cuajar estos cambios, de que incluso quienes votaron por esto renieguen por tener que renunciar –tal vez- a ciertos privilegios para que quienes no han tenido ninguno gocen de algún bienestar o de expectativas positivas para su vida: mujeres, hombres, niños, jóvenes y gente mayor; porque no hay peor sensación en la vida –en mi opinión- que no tener una esperanza a futuro, ninguna posibilidad de llevar alguna actividad que vaya más allá de sobrevivir y carecer de estímulos para querer vivir, carecer de propósitos concretos hacia los cuales dirigir la energía, las acciones, el respirar, el despertar cada mañana. 
   Esta esperanza que tenemos muchos mexicanos tiene que durarnos y para ello es necesario estar activos, desenmañarnos, es decir, quitarnos muchas mañas nosotros mismos, crecer como ciudadanos, no necesitar de coerciones ni amenazas de alguna autoridad para cambiar como país, cumpliendo con normas de convivencia, que incluyen el respeto por personas, animales y entorno. Tal vez es seguir soñando, pero también era soñar que sin mediar la violencia hubiera un cambio en el gobierno, el cual, considero, sólo debe ser un buen administrador y no un padre que tenga que decirnos “no hagas esto o aquello”. Quienes votamos somos mayores de edad y está en nuestras manos mostrar a los menores, con una conducta positiva y entusiasta, que es posible vivir mejor y sin miedo y que no crezcan con la idea de que “me vale” sea la conducta que rija sus vidas. No nos debe “valer”, digo yo, porque entonces ya valimos.


Aquí, la imagen de regalo:

Los narcisos que en mayo brotan cada año