lunes, 3 de diciembre de 2018

Vientos de cambio


Cambios

Navegamos todos en el mismo barco, es decir, el país y, en consecuencia, como sea la navegación será nuestra suerte, pues si enfrentamos tormentas y vientos tremendos, será necesario tener una participación activa para no zozobrar. Eso creo yo.
   Al haber participado con mi voto por un cambio, incluso desde esta lejanía, lo hice con la esperanza, una vez más, de que fuéramos tantos que no hubiera posibilidad de fraude y así fue. Creo que la alegría que sentimos cuando los resultados se fueron conociendo, y ahora que tomó posesión López Obrador, se debe a que esa esperanza que casi creíamos perdida se cumplió. Pero también creo que hay un cierto temor de que no dejen cuajar estos cambios, de que incluso quienes votaron por esto renieguen por tener que renunciar –tal vez- a ciertos privilegios para que quienes no han tenido ninguno gocen de algún bienestar o de expectativas positivas para su vida: mujeres, hombres, niños, jóvenes y gente mayor; porque no hay peor sensación en la vida –en mi opinión- que no tener una esperanza a futuro, ninguna posibilidad de llevar alguna actividad que vaya más allá de sobrevivir y carecer de estímulos para querer vivir, carecer de propósitos concretos hacia los cuales dirigir la energía, las acciones, el respirar, el despertar cada mañana. 
   Esta esperanza que tenemos muchos mexicanos tiene que durarnos y para ello es necesario estar activos, desenmañarnos, es decir, quitarnos muchas mañas nosotros mismos, crecer como ciudadanos, no necesitar de coerciones ni amenazas de alguna autoridad para cambiar como país, cumpliendo con normas de convivencia, que incluyen el respeto por personas, animales y entorno. Tal vez es seguir soñando, pero también era soñar que sin mediar la violencia hubiera un cambio en el gobierno, el cual, considero, sólo debe ser un buen administrador y no un padre que tenga que decirnos “no hagas esto o aquello”. Quienes votamos somos mayores de edad y está en nuestras manos mostrar a los menores, con una conducta positiva y entusiasta, que es posible vivir mejor y sin miedo y que no crezcan con la idea de que “me vale” sea la conducta que rija sus vidas. No nos debe “valer”, digo yo, porque entonces ya valimos.


Aquí, la imagen de regalo:

Los narcisos que en mayo brotan cada año

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